Un perfume es una mezcla de sustancias odoríficas naturales y sintéticas bien armonizadas que producen una sensación agradable al olfato. Las fragancias, además de ser un distintivo social notable, permiten mostrar parte de la personalidad y de los sentimientos de cada individuo.
En la década actual, la perfumería vuelve a los aromas clásicos con notas orientales y amaderadas que siempre resultan envolventes y hacen referencia a las emociones y el bienestar espiritual. El objetivo principal de los perfumistas, modestos artistas, es crear una sinfonía de aromas nuevos que estimule los sentidos y despierten la sensibilidad.
Emilio Valeros, perfumista y creador de los aromas Loewe, cuenta el proceso de un perfume. “Con fantasía y buen sentido artístico, se combinan múltiples aromas hasta conseguir el deseado. Esta labor no es una ciencia sino un arte”, asegura Valeros.
Nuevos olores
Conseguir un nuevo olor o perfume no es tarea fácil. La creación de una nueva fragancia puede costar años de esfuerzo y trabajo. Desde la Edad Antigua, el hombre ha utilizado la riqueza que la Naturaleza ofrece para perfumar su cuerpo y su entorno con aromas de flores, especias y resinas. Hoy, a pesar del gran desarrollo de los aromas sintéticos, la calidad de un perfume se equipara a la riqueza de las notas naturales que lo componen. No se concibe un buen perfume sin que contenga varios elementos naturales que le den carácter a la composición.
La mayor parte de las sustancias naturales tienen su origen en el reino vegetal. Por citar alguna: bergamota, limón, mandarina, pomelo, naranja amarga, jazmín, nardo, rosa, ciclamen, violeta, verbena, manzanilla, clavo, pimienta, vainilla, canela, pino, palo de roda, patchouli, sándalo, jengibre, vetiver, jara, mirra, musgo de encina, algas marinas o lirio de mayo.
Las plantas almacenan gran número de sustancias aromáticas en hojas, tallos, frutos, cortezas, troncos, raíces o semillas. Pero no sólo con sustancias vegetales se crea un perfume, también se utilizan sustancias de origen animal para conseguir una fórmula redonda. Las materias de animales se emplean en perfumería con el fin de que el aroma persista en la piel y añadan sensualidad. Las más utilizadas son: ámbar gris, secreción del cachalote que vive en las costas de Asia; almizcle–musk, secreción del ciervo almizclero macho; civeta, secreción del gato Civeta de África y el sur de Asia- castoreo –secreción del castor-. Hoy estas sustancias han sido sustituidas por preparados químicos.
Los científicos han conseguido sintetizar en el laboratorio un gran número de sustancias con un olor muy parecido a los naturales, con una estabilidad mayor. La química sintética permite la creación de olores que no existen en la naturaleza y otorgan la posibilidad de la creación de infinidad de olores sin utilizar flores. De este modo, a parte de respetar el medio ambiente, el coste del perfume se reduce por lo menos a la mitad.
Las fragancias se clasifican en ocho familias, según su tendencia dominante: verde, con notas frescas y ligeras como el limón; floral, compuestos con esencias de rosa, jazmín e iris; aldehída, notas florales y amaderadas; chipre, contienen patchouli, salvia y estragón; oriental, con flores exóticas, especias, bálsamos y elementos animales; tabaco, que no suele usarse en perfumería femenina, se acentúa el olor del tabaco; cuero, notas fuertes, ahumadas y dulces; y fougére, que se caracteriza por una combinación en notas frescas como lavanda.
Proceso del perfume
Proceso del perfume
La primera y más costosa operación es la obtención de los aceites esenciales, mediante destilación, tratamientos directos, extracción con disolventes, enflorado o infusión. El más utilizado es la destilación o arrastre con vapor, ya que se puede aplicar a plantas, raíces, flores, hojas y madera.
Sin embargo, este sistema no se puede aplicar con flores tan delicadas como el nardo, el jazmín, el iris o la violeta, que sólo se dejan arrebatar su perfume en frío, por medio de un delicadísimo y costoso proceso llamado enflorado que consiste en colocar las flores sobre bandejas impregnadas de grasa inodora que va tomando el olor de las flores.
Los aceites esenciales son sustancias puras que alcanzan precios de vértigo. Por ejemplo un kilo de iris puede llegar a cotizarse en 45.000 euros, y el de jazmín francés por 20.000 euros. Cifras nada descabelladas si tenemos en cuenta que para obtener un kilo de esencia de jazmín es necesario recolectar más de 600 kilos de flores, cogidas una a una. O 3.500 kilos de rosas de Grasse para obtener un kilo de esencia.
Con éstas extraordinarias materias primas, el perfumista realiza las mezclas correspondientes, escribe fórmulas químicas y, en virtud de los resultados, elabora nuevas partituras de olores hasta conseguir una fragancia de éxito. El perfumista debe imaginarse un aroma y reproducirlo. Nunca dejar al azar la responsabilidad de creación.
Un perfume está compuesto de tres partes principales: salida, cuerpo y fondo. Las notas se salidas, las primeras que se huelen, son agradables y deben de resultar atractivas para despertar el interés. Suelen ser ligeras, frescas y volátiles. Las notas de cuerpo proporcionan la originalidad del perfume y contienen sustancias florales, especiadas y amaderadas. Las notas de fondo dan el carácter y la personalidad definitiva a la fragancia, permanecen en la piel.
Entre sus notas se encuentras las sustancias animales y resinas. El perfume es un equilibrio bien orquestado de los tres elementos, una vez macerado junto con alcohol y agua, a partes iguales, entre 15 y 60 días y filtrado varias veces para obtener una transparencia máxima.
En la actualidad, entre filtros y tubos de ensayo, los perfumistas se han convertido en los alquimistas del siglo XXI, personas que convierten su profesión en un arte para deleite de los demás.